1.- ¿Tú dices siempre todo lo que piensas?
2.- ¿Hay que decir en todo momento lo que pensamos de alguien, aún sabiendo que le podemos hacer daño?
3.- ¿Debemos pensar las cosas antes de decirlas?
DECIR LO QUE PIENSAS Y PENSAR LO QUE DICES
Entonces, continuó la Liebre, debieras decir lo que piensas. - Pero ¡si es lo que estoy haciendo!, se apresuró a decir Alicia. Al menos…, al menos pienso lo que digo…, que después de todo viene a ser la misma cosa, ¿no?
- ¿La misma cosa? ¡De ninguna manera!, negó enfáticamente el Sombrerero. ¡Hala! Si fuera así, entonces también daría igual decir: “Veo cuanto como” que “como cuanto veo”.
- ¡Qué barbaridad!, coreó la Liebre de Marzo. Sería como decir que da lo mismo afirmar “me gusta cuanto tengo”, que “tengo cuanto me gusta”.
- Valdría tanto como querer afirmar, añadió el Lirón, que parecía hablar en sueños, que da igual decir “respiro cuando duermo” que “duermo cuando respiro”.
- Eso sí que te da igual a ti, exclamó el Sombrerero. Y con esto acabó la conversación.
(Lewis Carroll, “Alicia en el país de las maravillas”)
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